Iniciamos el libro de Deuteronomio con nuestro primer comentario al capítulo 1. En nuestro video anterior, hicimos una introducción a todo el libro y es importante que la escuches para que tengas una idea general del libro. En la descripción de este video te dejaré el enlace.
El capítulo 1 de Deuteronomio inicia con las siguientes palabras:
“Estas son las palabras que habló Moisés a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto, en el Arabá frente al Mar Rojo”.
Moisés inicia su primer discurso ante el pueblo, estando acampados en las llanuras de los campos de Moad, lugar a donde habían llegado según nos narra Números capítulo 22.
La generación que se encuentra
allí frente a la tierra prometida, es la nueva generación que verá el
cumplimiento de las promesas de Dios, porque el pueblo que salió de Egipto
murió en el desierto debido a su incredulidad y rebelión. El pueblo de Israel
había pasado cuatrocientos años en condición de esclavos en Egipto, habían
tardado cuarenta años en el desierto y ahora estaban frente a la tierra de
Canaán, la tierra que Dios había prometido a Abraham, Isaac y Jacob.
“Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y
poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que
les daría a ellos y a su descendencia después de ellos.” Deuteronomio 1:8
Hablando Moisés al pueblo, les
recuerda que tiempo atrás les había dicho que él solo no podía conducirlos a la
tierra prometida, porque ellos se habían multiplicado. Esas palabras se narran
en el libro de Números capítulo once, versículo catorce:
“No puedo yo
solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he
hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.”
La rebeldía del pueblo y su
falta de fe en Dios, hicieron que al líder Moisés se les agotaran sus fuerzas,
al punto de desear su propia muerte. El pueblo se quejaba y lloraba junto a su
familia en sus tiendas pidiendo comer carne. En Éxodo capítulo dieciocho,
versículos trece al veintisiete, se narra el tiempo en que Moisés, aconsejado
por su suegro Jetro, nombra jueces para ayudar a Moisés a llevar las cargas del
pueblo. A estos jueces Moisés mandó:
No hagáis distinción de persona en el juicio; así
al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el
juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la
oiré. Deuteronomio 1:17
Dios es un Dios justo, y
Moisés conoce ese atributo de Dios, por eso llamó a los jueces a no hacer
distinción de personas en el juicio, sino que todos fueran escuchados de la
misma manera. No debía juzgarse a las personas por las apariencias ni por la
cantidad de bienes materiales que poseyeran. En Levítico capítulo 19, ya Dios
les había dado leyes de justicia al pueblo, las cuales debían cumplir. Moisés
aquí les está haciendo un recordatorio a esa ley. En hebreo dice:
בַּמִּשְׁפָּ֔ט עָ֙וֶל֙ לֹא־תַעֲשׂ֥וּ
No
harás perversión en justicia
El versículo continúa diciendo: ni favoreciendo
al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo.
Levítico 19:15
En
el Nuevo Testamento también tenemos referencia a que nuestro Dios es un Dios
que no hace acepción de personas:
Hechos 10:34: “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo:
En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas.”
Romanos 2:11: “porque no hay acepción de personas para
con Dios.”
Santiago 2:9: “pero si hacéis acepción de personas,
cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.”
Este
mandato también se aplica a nosotros hoy en nuestras relaciones sociales. No
debemos parcializarnos con nadie ni en el trabajo, ni en la escuela, mucho
menos en la iglesia tener un trato diferente con algún hermano, porque este
tenga más dinero que otros o porque aporte más para la obra. Dios nos manda a
ser imparcial.
En
Deuteronomio 1:19 hasta el versículo 33, Moisés les recuerda al pueblo la
misión de los doce espías que se narra en Números 13:1-33. Les recuerda que el
pueblo se acercó a él pidiendo que fueran enviados varones a reconocer la tierra,
lo que le pareció bien a Moisés y envió a doce varones, un varón por cada
tribu. Pero el informe de diez de estos varones no fue favorable para el pueblo
y se llenaron de miedo y cometieron pecado de murmuración contra Adonai y no
quisieron subir a tomar la tierra. Solo Josué y Caleb dieron un informe
favorable y dijeron que la tierra podía ser tomada y que era tierra buena y
mostraron sus frutos.
Moisés
llamó al pueblo a no temer porque Adonai iba delante de ellos y pelearía por
ellos, como ya sabían lo que Dios había hecho Egipto.
A
veces nosotros necesitamos que nos recuerden milagros que Dios ha hecho en
nuestras vidas, especialmente cuando llegan momentos difíciles en los que
vuelve a decaer nuestro semblante y se entristece nuestro corazón pensando en
que Dios se ha olvidado de nosotros. La madre que tiene a su hijo enfermo, la
esposa que está perdiendo su matrimonio, el comerciante que no encuentra como
echar hacia adelante su negocio. En esos momentos de dificultad debemos
recordar que Dios no nos abandona en medio de la tormenta, sino que, cuando
sentimos que nos ahogamos, la mano del Señor se extiende para socorrernos y
levantarnos. El Señor nunca baja de nuestra barca.
El
pueblo que estaba preparándose para entrar a la tierra prometida, necesitaba
que Moisés les recordara todo lo que Dios había hecho con sus padres, las
promesas de Dios de nunca apartarse de ellos y el compromiso de ellos como
pueblo de Dios de mantenerse fieles a sus leyes.
Si
te has mantenido hasta aquí espero que este comentario haya sido de bendición
para tu vida. Sé que en cada capítulo de Deuteronomio Dios tiene una palabra de
bendición para nosotros, por eso te pido que no te pierdas ninguno de nuestros
comentarios. Si aún no te has suscrito hazlo ahora, activa la campana para que
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